sábado, 11 de febrero de 2017

DEVENIR. TP 5



1. El devenir y la historia
En el apartado 3 se hizo referencia al problema del cambio y a la necesidad de alcanzar un conocimiento permanente de lo permanente, si se pretendía un conocimiento verdadero. Sin embargo, cuando se quiere comprender la historia y el devenir, se enfrentan problemas que conducen a una revisión del supuesto de la permanencia.
Las ciencias naturales conocen el movimiento a partir de lo fijo, de lo que no se mueve, de lo que permanece invariable, o también, de lo que permanece constante. Así, si se tienen los elementos constantes se puede determinar cualquier elemento variable siguiendo la misma ley. Por ejemplo, los problemas que se suelen plantear en algunas de las asignaturas de la escuela secundaria, como física o matemática, consisten en un cálculo particular utilizando informaciones específicas para resolver ecuaciones conocidas o fórmulas sabidas. En todos los casos, la solución consiste en aplicar una fórmula. ¿Qué significa esto? Aplicar la fórmula es subsumir lo que varía en lo constante, reducir lo cambiante a lo que no cambia (la ley expresada en la fórmula). La fórmula materializa un principio o una ley que es lo que incluye todos los casos y lo que permanece siempre fijo. Los datos particulares son las informaciones sobre cada caso, que es lo que se quiere resolver. En el conocimiento de la naturaleza se aborda el movimiento desde la perspectiva de lo inmóvil. El problema que se plantea aquí es ¿cómo sería posible un conocimiento de lo que se mueve pero dando lugar a la comprensión del movimiento? ¿Cómo sería posible comprender el movimiento mismo?
Las ciencias de la naturaleza conciben a la realidad como substancia, entendida como “algo que es en sí mismo y por sí mismo”. La substancia es lo que realmente es. La substancia puede tener distintos accidentes: cantidades, cualidades, propiedades, estar en distintas posiciones, lugares o tiempos, sufrir diversas pasiones o efectuar distintas acciones, establecer diferentes relaciones, pero todo accidente, acción o relación es de la substancia, depende de la substancia que permanece invariable en su naturaleza. Los conceptos o las ideas son los signoslingüísticos con los que se hace referencia a las cosas reales o substancias. Las ciencias de la naturaleza tienden a definir, a conceptualizar, a fijar los significados de las cosas verdaderamente reales (substancias). Así, el conocimiento verdadero (la ciencia misma) no es más que una relación entre distintos conceptos. La verdad misma es una relación entre conceptos, es decir, un juicio, una proposición.
¿Qué ocurre, en cambio, cuando se quiere comprender el cambio? La búsqueda de la comprensión del sentido de la historia, por ejemplo, llevó a Hegel y Marx a abandonar los conceptos de “naturaleza humana” y “substancia”, entendidos como una determinación fija y permanente, como “lo que es en sí y por sí mismo”. Estos autores se percataron de que lo cultural y humano no puede definirse como substancia permanente ni como naturaleza fija, sino que tiene que ser comprendido como acción. El ser humano no es otra cosa que lo que él se hace. Hegel sostiene que “la actividad es la esencia del espíritu [del ser humano, de la cultura]; [él] es su propio producto; y así es su comienzo y también su término [es decir, es movimiento, es proceso, es devenir]. Su libertad no consiste en un ser inmóvil [o permanente], sino en una continua negación de lo que amenaza anular la libertad”. Lo que caracteriza al ser humano es la acción por la cual se construye a sí mismo, es la lucha contra toda fuerza exterior que lo ate, que lo cierre o lo encadene a una naturaleza fija. En sentido afirmativo: es la lucha por afirmarse a sí mismo, por realizarse y darse una identidad, por hacerse un mundo. En sentido negativo: es la lucha para destruir toda amenaza a la libertad ya realizada. Hegel reconstruye todo el proceso histórico de la humanidad mostrando que no se deriva de una naturaleza o substancia sino que es un proceso en el cual el hombre se va haciendo e inventando.
Hegel y Marx transformaron la concepción de la ciencia al buscar comprender no las substancias sino los procesos. Para esta perspectiva, no interesa tanto decir qué son las cosas o las realidades o señalar sus atributos o las características esenciales que tienen, como conocer qué llegan a ser las cosas, o sea, interesa conocer el devenir. La realidad considerada como proceso, como devenir, es la dialéctica. Desde una perspectiva dialéctica la realidad no se piensa como lo que ya está hecho, lo que ya está dado, sino como lo que se hace, lo que deviene, lo que llega a ser.
Al afirmar que la realidad es dialéctica, se identifica la realidad con lo cambiante y lo invariante sólo es concebible como una abstracción que separa lo que es esencialmente móvil del movimiento en el que está inmerso. Sin embargo, para Hegel y Marx la ciencia no se reduce al conocimiento de las abstracciones del entendimiento, sino que ella es el conocimiento de lo que deviene. El error de las filosofías y de las ciencias anteriores ha sido -para Hegel-, suponer que más allá del movimiento había “algo” que permanecía inmóvil. Esto es lo que Platón llamaba idea, lo que los teólogos y filósofos medievales llamaron esencia, lo que los racionalistas llamaron substancia y lo que los científicos y filósofos modernos llamaron conceptos, invariantes, constantes. La respuesta de Hegel y Marx es que no hay que buscar lo permanente más allá del cambio sino en el cambio. Lo permanente en el cambio es su orden, su lógica, su estructura. Lo permanente en el cambio es la dialéctica. Con Hegel y Marx, la razón se historiza, se fluidifica, deviene, se dialectiza, no es “abstracta” sino concreta.

2. Lo negativo y la libertad
En los apartados 5 y 6 se desarrollaron algunos rasgos de las ciencias de la naturaleza o ciencias empíricas. En ellos se señaló que el conocimiento de los hechos supone un orden que posibilite la comprensión de la realidad. Se mostró también cómo la ciencia moderna, partiendo de distinción entre sujeto y objeto, explica el conocimiento “objetivo” como algo que se hace posible a partir de las facultades o capacidades del sujeto que conoce. Estas condiciones que hacen posible el conocimiento “objetivo”, impiden el conocimiento del sujeto (a menos que se lo reduzca a sus rasgos “objetivos” y se deje sin explicar lo “subjetivo”, o sea, lo propio del sujeto).
A diferencia de la ciencia moderna de la naturaleza que partía de la separación sujeto/objeto- Hegel afirma la identidad del sujeto y del objeto en la historia. El objeto deviene sujeto, la naturaleza deviene cultura. En consecuencia, el sujeto –incluido el sujeto de la ciencia- es, también, un momento de la realidad. La realidad es comprensible porque es producto de la misma actividad y de la misma lógica –más o menos desarrollada, más o menos compleja- que constituye tanto al objeto como al sujeto.
Sin embargo, Hegel distingue el plano de la realidad inmediata del de la realidad mediata o compleja. La vida y la acción cotidianas se desenvuelven dentro de la realidad inmediata, en cambio, la ciencia y la filosofía requieren el desarrollo de las mediaciones, porque su objetivo es comprender y fundamentar lo inmediato. En este sentido, el científico y el filósofo hablan de una realidad compleja, de una realidad que se ha desarrollado por la acción de los hombres en la historia y que ha sido comprendida por la acción de los científicos y los filósofos.
Se puede distinguir una dialéctica natural y una dialéctica espiritual, cultural, histórica o humana. La dialéctica de la naturaleza es un movimiento incompleto, es una dialéctica truncada, es un movimiento más pobre y más simple que el movimiento humano o cultural, porque en la naturaleza no hay superación, ya que cuando se conoce la forma o la estructura de un movimiento, de un desarrollo, ya se lo conoce todo. Por eso, como pensaban los antiguos griegos, en la naturaleza basta con lograr una descripción completa de un proceso, ya que después todos los procesos son iguales y repiten lo mismo. Los griegos también pensaban que la historia seguía las mismas leyes que la naturaleza, que el kosmos. Por eso los historiadores griegos creían que una vez que se hubiesen descrito todos los acontecimientos de un ciclo humano, los ciclos históricos iban a repetirse. Por supuesto que los ciclos de la historia son más largos que los ciclos de las estaciones o de la vida de un animal, pero bastaba con que varias generaciones hicieran una descripción de los procesos que les tocaba vivir (si esas descripciones fueran escritas en los libros, se mantuvieran para el futuro), porque después iban a poder recopilar todas las descripciones, teniendo así un conocimiento completo de la historia. Los ciclos posteriores iban a repetir el mismo proceso y las variaciones iban a ser solamente accidentales, es decir, puramente pintorescas. Serían ejemplos más o menos vistosos o llamativos, pero en lo esencial sería el mismo ciclo.
Pensaban la historia como algo semejante a lo que ocurre en el proceso de germinación de una planta: si se tienen dos plantas de la misma especie y se hace una descripción de lo que pasa con una y con la otra, el resultado va a ser el mismo. Habrá variaciones accidentales que no hacen a lo esencial (por ejemplo, si una tiene más hojas que la otra o si una creció con dos días de anticipación, o si este año floreció antes), pero el proceso es esencialmente el mismo. Esas variaciones no hacen a la estructura del desarrollo. La naturaleza es sumamente aburrida, es repetitiva, es un proceso de movimiento cuyo resultado es también el punto de partida. Si se sigue el proceso de una planta, se observa: la semilla, el proceso de germinación, el crecimiento, la aparición de las hojas, del tallo, de la corteza, las flores y los frutos. El fruto es una nueva semilla, a partir de la cual se vuelve de nuevo al comienzo. En la naturaleza los ciclos se repiten: basta con conocer la legalidad que ordena un ciclo para conocerlos todos.
Con la cultura, con lo humano, con la historia, la cosa es más compleja porque el comienzo y el fin no coinciden. En el ámbito de lo humano, de la libertad, de la cultura, hay superación o, como Hegel la llama, “sublimación”. “Superación” o “sublimación” quiere decir que en el ámbito del espíritu los procesos en su comienzo y en su fin no coinciden, si bien tienden a un movimiento circular, cíclico, el comienzo y el final están en distintos planos, ha habido una superación, una elevación. Se está en una etapa superior, en un escalón más arriba. Ocurre como en las escaleras de caracol, en las que al dar una vuelta completa se está otra vez en el mismo punto, pero no en el mismo plano, porque se está un piso más arriba o unos metros más arriba. Lo mismo ocurre con los procesos espirituales en donde el punto de partida y el resultado están en niveles diferentes. Que el nivel al que se llega sea superior significa que es más complejo, más rico, más real, más racional; en términos de Hegel: más libre. Entre el orden natural y el cultural hay una ruptura, una discontinuidad. Se puede comprender el desarrollo de la historia universal, tal como la describe Hegel, como desarrollos entre rupturas: el mundo oriental, el mundo antiguo y el mundo moderno cristiano. Cada uno de estos momentos es más libre que el anterior. En el mundo antiguo, algunos son libres, a diferencia del mundo oriental, en que sólo uno era libre. En el segundo momento se alcanza una etapa superior respecto del primer momento, y también en el tercer momento (en el mundo cristiano moderno), donde todos llegan a ser libres, se llega a una etapa superior a las dos anteriores. En los procesos históricos el desarrollo implica siempre una superación, un enriquecimiento, una mayor complejidad porque, además, cada una de las etapas por las que se pasa no excluye a la anterior sino que la incluye92. Por eso cada etapa es más rica. Si pensamos en la historia universal que describe Hegel: el mundo oriental en donde uno es libre forma parte del mundo antiguo en donde algunos son libres, ya que “uno” está incluido dentro de “algunos”, y éstos están incluidos en el mundo moderno, donde “todos” son libres, porque “algunos” están incluidos dentro de “todos” y “uno” está incluido dentro de “todos”. Es decir, cada etapa es más compleja que las anteriores y de lo más complejo se puede entender lo más simple pero no a la inversa. “Más compleja” significa que las incluye, que las integra. Desde la realización de la libertad actual, se puede entender la libertad de los antiguos o de los orientales, pero no al revés.
Este esquema permite ver también el proceso de desarrollo: todo momento de desarrollo, todo proceso dialéctico pasa por tres etapas: (1) un comienzo, un impulso, una primera situación que es el punto de partida, lo que está dado, lo natural, lo sabido o, como Hegel lo llama, lo en sí. En los estudiantes universitarios, por ejemplo, ¿qué es esto que ya está dado? Todos son ya egresados del secundario, eso ya está, eso ya lo hicieron, eso está realizado y es parte de lo que ahora son. Pero hay algo en esto que ya se es, que todavía no es aunque se tiene la capacidad de ser. Por ejemplo, pueden ser ingenieros o contadores o abogados o trabajadores sociales, y esto (no ser todavía) es lo que los impulsa a salir de eso que ya son y desarrollarse en otro aspecto que no se había desarrollado antes. (2) Éste es el segundo paso de todo movimiento dialéctico: la realización de lo que no se es todavía. (3) Y todo movimiento concluye naturalmente en la realización de ese impulso. En el ejemplo anterior: llegar a ser trabajadores sociales, sociólogos o comunicadores sociales. Éste es el resultado del proceso de desarrollo: la realización de lo que se es.
Hegel no piensa a la realidad como algo que ya está realizado sino que la realidad es lo que se llega a ser, es lo que se efectiviza, lo que se realiza. Se puede decir que no se es todavía, no se ha realizado todavía lo que se puede y en ese sentido se está “en proceso de”, pero esto puede ser dicho de toda realidad. Toda realidad está “en proceso de”, está “en camino de”, “en movimiento de”, y es ese movimiento. Para realizar eso que todavía no se es hay que dejar de ser lo que ya se es. Algunos persisten en querer seguir siendo estudiantes secundarios y, en esa medida, no llegan a ser ingenieros o trabajadores sociales; para llegar a serlo hay que dejar de ser estudiantes secundarios. No se está hablando de títulos ni de conceptos sino de realizaciones. La realización es efectivizar eso, es ser capaz de realizar una actividad. Es por eso que desde la perspectiva hegeliana la libertad no se concibe como algo que se tiene, como un título, sino que la libertad es algo que se ejerce, es algo que se hace. En la medida en que se vive como seres libres, se es libre o se va siendo libre. La libertad es lo que se realiza, es lo que se efectiviza, si no se lo puede efectivizar no se es.
3. el proceso de descentralización
El apartado 6 muestra el proceso de constitución y desarrollo de la ciencia moderna de la naturaleza. Dicho proceso está caracterizado por la oposición sujeto/objeto. En el apartadoanterior se hizo referencia a algunos de los problemas y de los límites de la noción de objetividad. En este apartado se hará otro tanto con la noción de sujeto.
El modelo de la ciencia moderna se edificó sobre la base de la concepción cartesiana del sujeto, para la cual el conocimiento y el dominio de la objetividad se fundamentan en la capacidad conciente y racional del hombre. Las modernas filosofías del sujeto desde Descartes hasta Kant y la Ilustración pusieron a la razón humana como fundamento y centro del conocimiento y de la realidad.
El siglo XX se inició signado por un radical proceso de descentralización del sujeto, emblemáticamente representado por las obras de Darwin, Marx, Nietzsche y Freud. Darwin sostenía que el hombre no derivaba de Dios en tanto Ser Creador, sino que era el producto de la evolución de las especies inferiores, de los simios. Marx había mostrado que las fuerzas productivas materiales derivadas de las necesidades, y no lo que los hombres creen o piensan, son el verdadero motor de la vida en sociedad y de la historia. Los planteos de Marx y Darwin muestran que la conciencia y la razón del sujeto están determinadas93 y se derivan de procesos “materiales” o “biológicos”. Nietzsche revelaba que los valores superiores no eran sino la expresión suprema del instinto de venganza encarnado en la rebelión de los esclavos, es decir, una inversión de los valores originarios94. Freud, apoyándose en la medicina y en la práctica psicoanalítica, sostenía que la conciencia humana, como la punta de un iceberg, no era más que un emergente superficial de las fuerzas originarias del hombre profundamente sumergidas en lo inconciente95. El movimiento surrealista, en el ámbito estético, se alimentó de esta concepción que demanda la liberación de las fuerzas del inconciente, en su crítica radical a la sociedad burguesa, defendiendo toda expresión de lo inconciente y denunciando la falsa moralidad de la sociedad de su tiempo.
Como consecuencia de estos cuestionamientos, la concepción del sujeto vigente en los cinco últimos siglos ha entrado en crisis y con ella el modelo de ciencia construido sobre esta base. El “sujeto conciente y racional” deja de ser considerado como la base y el fundamento tanto del orden social y político como del modelo científico y técnico. Por este motivo, se ha comenzado a hablar de un “sujeto sujetado” en lugar de un sujeto autónomo y racional, señalando la necesidad de abandonar las concepciones que parten los individuos soberanos para comenzar a pensar en marcos intersubjetivos, en redes complejas que constituyen diversas modalidades de subjetividad.

PARA PENSAR

1. Explique los conceptos de devenir, realidad inmediata/mediata, historia y superación.
2. ¿Cuáles son las etapas de un proceso dialéctico? Explíquelas y ejemplifique.
3. ¿A qué se llama proceso de descentralización del sujeto?


CÍRCULO HERMENÉUTICO. DIALÉCTICA. TP 4


1.El círculo hermenéutico
En los apartados anteriores de este capítulo, se hizo referencia a los rasgos constitutivos de la ciencia, partiendo de los problemas que se le fueron planteando y de las soluciones que se dieron a ellos. A partir de este apartado se irán planteando nuevos problemas a aquellas soluciones, lo que obligará a ir más allá de ellas, sin que ello implique que haya que desecharlas o ignorarlas. No se trata simplemente de suprimir lo anterior sino de alcanzar mayor complejidad.
En el apartado 2 se hizo referencia al problema del fundamento. Se dijo que la ciencia, a diferencia de la doxa u opinión, es un conocimiento fundado. Sin embargo, a mediados del siglo XIX, las ciencias humanas enfrentaron una dificultad nueva derivada del descubrimiento de lamultiplicidad de las culturas y sus “visiones del mundo”. Mientras se había supuesto que la “razón” es única y la misma en todos los hombres, se podía exigir un fundamento último para todos los conocimientos, pero desde el momento en que se empezó a vislumbrar que cada cultura tiene una forma propia de ver el orden del mundo, se enfrentó el problema de decidir cuál de todas ellas debía ser considerada como “fundamental”. El resultado fue que desde la perspectiva de cada cultura, la propia “cosmovisión” era considerada la fundamental y las de las otras culturas era vista como derivada o sin fundamento. Pareciera que sólo es posible asentar el conocimiento sobre un fundamento último, suficiente o absoluto, dentro de una “cosmovisión”, dentro de una racionalidad, dentro de un paradigma o dentro de un lenguaje, pero la cuestión de justificar por qué esa cosmovisión, esa racionalidad, ese paradigma o ese lenguaje sea el mejor o el más fundado no tiene una respuesta satisfactoria, porque todas las respuestas parecen incurrir en la falacia del círculo vicioso84.
A partir de este problema, que parecía no tener solución, la hermenéutica filosófica elaboró una concepción del lenguaje y del mundo que va más allá de los supuestos del racionalismo y del logicismo85. Dicha concepción sostiene que en las cuestiones últimas es imposible alcanzar un fundamento absoluto porque siempre se incurre en un argumento circular o “círculo hermenéutico”. A continuación se presentarán algunos ejemplos de esta cuestión en distintos ámbitos del saber y en distintas épocas, que ayuden a la conceptualización del problema.
(1) El filósofo cristiano San Agustín se preguntó qué es lo fundamental la fe o la razón, a lo que respondió sentando el siguiente principio: “comprende para creer, cree para comprender”. De este principio se sigue que la fe supone cierta comprensión previa que posibilita y prepara el acto de fe, pero la fe sola no basta sino que requiere de la comprensión y el entendimiento. A su vez, la comprensión supone una fe previa sin la cual no es posible, pero la comprensión tampoco es suficiente, si no posibilita y prepara la fe. La relación entre fe y razón es, entonces, circular: se puede comenzar por cualquiera de los términos, a condición de suponer el otro. No hay, por lo tanto, un fundamento último de la razón en la fe ni de la fe en la razón. De lo anterior se deriva que no es solamente la opinión la que carece de un fundamento último, sino también la razón y la ciencia.
(2) Las ciencias sociales (en particular cuando pretenden intervenir en la realidad y transformarla, como el Trabajo Social o la Comunicación Social) enfrentan un problema semejante al tratar de resolver si hay que comenzar por “práctica” o por la “teoría”. Por un lado, desde el punto de vista de la “práctica”, se exige superar la esfera de las meras palabras y entrar en acción (lo que quiere decir: hay que dejarse de vacuidades inútiles, de planteos teóricos, y transformar la realidad social; es decir, resolver los problemas prácticos que es lo fundamental). Pero a esta posición se le objeta: “no se puede hacer sin saber antes qué hay que hacer”. La teoría es condición de la práctica. No se va más allá de los problemas ignorándolos, sino solucionándolos. Por otro lado, desde el punto de vista de la “teoría”, se exige plantear y resolver los problemas antes de actuar (lo que quiere decir: la ciencia y el saber, tienen que aportar un conocimiento que oriente la acción para que ésta sea efectiva). Pero a esta posición se le objeta: “no se puede conocer sin estar metido en la realidad, sin la práctica”. El hallar la solución de un problema teórico, no es lo mismo que solucionar el problema, pues esto últimoexige la mediación de la práctica86. La práctica es la condición del conocimiento teórico. Se presenta aquí la misma circularidad que en la relación entre fe y razón: la superación de la teoría supone la práctica y la acción práctica supone la teoría y el conocimiento.
(3) Un problema análogo se presenta cuando se quiere interpretar un texto de un autor (como los que hay al final de cada capítulo en este libro): para entender lo que dice el texto hay que comprender previamente el contexto (el pensamiento del autor, la obra que enmarca el texto particular, el lugar y la época en los que fue escrito), pero ¿cómo comprender al autor o a la obra completa? Respuesta: interpretando cada uno de los textos que compone la obra o el pensamiento del autor. La misma estructura circular: la interpretación del texto supone la comprensión del contexto y la comprensión del contexto supone la interpretación de los textos.
Los ejemplos anteriores hacen manifiesto que no toda afirmación admite un fundamento último. En consecuencia, en esos casos el círculo no es vicioso y falaz sino constitutivo. No es posible una fundamentación última o una verificación definitiva, porque los hombres son seres finitos y porque los mundos son históricos. Gadamer lo expresa muy bien cuando dice que “la interpretación es lo que ofrece la mediación nunca perfecta entre hombre y mundo”87. En todos los ejemplos dados puede verse una misma estructura circular, que es constitutiva de la forma de ser del hombre como ser existente finito. De aquí se deriva que no sea posible alcanzar un fundamento último o definitivo en ningún saber o ciencia. No se trata, por lo tanto, de un círculo vicioso porque no es posible la fundamentación última como sí lo sería en el razonamiento falaz.

2. Más allá de lo permanente: el devenir y la historia
En el apartado 3 se hizo referencia al problema del cambio y a la necesidad de alcanzar un conocimiento permanente de lo permanente, si se pretendía un conocimiento verdadero. Sin embargo, cuando se quiere comprender la historia y el devenir88, se enfrentan problemas que conducen a una revisión del supuesto de la permanencia.
Las ciencias naturales conocen el movimiento a partir de lo fijo, de lo que no se mueve, de lo que permanece invariable, o también, de lo que permanece constante. Así, si se tienen los elementos constantes se puede determinar cualquier elemento variable siguiendo la misma ley. Por ejemplo, los problemas que se suelen plantear en algunas de las asignaturas de la escuela secundaria, como física o matemática, consisten en un cálculo particular utilizando informaciones específicas para resolver ecuaciones conocidas o fórmulas sabidas. En todos los casos, la solución consiste en aplicar una fórmula. ¿Qué significa esto? Aplicar la fórmula es subsumir lo que varía en lo constante, reducir lo cambiante a lo que no cambia (la ley expresada en la fórmula). La fórmula materializa un principio o una ley que es lo que incluye todos los casos y lo que permanece siempre fijo. Los datos particulares son las informaciones sobre cada caso, que es lo que se quiere resolver. En el conocimiento de la naturaleza se aborda el movimiento desde la perspectiva de lo inmóvil. El problema que se plantea aquí es ¿cómo sería posible un conocimiento de lo que se mueve pero dando lugar a la comprensión del movimiento? ¿Cómo sería posible comprender el movimiento mismo?
Las ciencias de la naturaleza conciben a la realidad como substancia, entendida como “algo que es en sí mismo y por sí mismo”. La substancia es lo que realmente es. La substancia puede tener distintos accidentes: cantidades, cualidades, propiedades, estar en distintas posiciones, lugares o tiempos, sufrir diversas pasiones o efectuar distintas acciones, establecer diferentes relaciones, pero todo accidente, acción o relación es de la substancia, depende de la substancia que permanece invariable en su naturaleza. Los conceptos o las ideas son los signoslingüísticos con los que se hace referencia a las cosas reales o substancias. Las ciencias de la naturaleza tienden a definir, a conceptualizar, a fijar los significados de las cosas verdaderamente reales (substancias). Así, el conocimiento verdadero (la ciencia misma) no es más que una relación entre distintos conceptos. La verdad misma es una relación entre conceptos, es decir, un juicio, una proposición.
¿Qué ocurre, en cambio, cuando se quiere comprender el cambio? La búsqueda de la comprensión del sentido de la historia, por ejemplo, llevó a Hegel y Marx a abandonar los conceptos de “naturaleza humana” y “substancia”, entendidos como una determinación fija y permanente, como “lo que es en sí y por sí mismo”. Estos autores se percataron de que lo cultural y humano no puede definirse como substancia permanente ni como naturaleza fija, sino que tiene que ser comprendido como acción. El ser humano no es otra cosa que lo que él se hace. Hegel sostiene que “la actividad es la esencia del espíritu [del ser humano, de la cultura]; [él] es su propio producto; y así es su comienzo y también su término [es decir, es movimiento, es proceso, es devenir]. Su libertad no consiste en un ser inmóvil [o permanente], sino en una continua negación de lo que amenaza anular la libertad”89. Lo que caracteriza al ser humano es la acción por la cual se construye a sí mismo, es la lucha contra toda fuerza exterior que lo ate, que lo cierre o lo encadene a una naturaleza fija. En sentido afirmativo: es la lucha por afirmarse a sí mismo, por realizarse y darse una identidad, por hacerse un mundo. En sentido negativo: es la lucha para destruir toda amenaza a la libertad ya realizada. Hegel reconstruye todo el proceso histórico de la humanidad mostrando que no se deriva de una naturaleza o substancia sino que es un proceso en el cual el hombre se va haciendo e inventando.
Hegel y Marx transformaron la concepción de la ciencia al buscar comprender no las substancias sino los procesos. Para esta perspectiva, no interesa tanto decir qué son las cosas o las realidades o señalar sus atributos o las características esenciales que tienen, como conocer qué llegan a ser las cosas, o sea, interesa conocer el devenir. La realidad considerada como proceso, como devenir, es la dialéctica. Desde una perspectiva dialéctica la realidad no se piensa como lo que ya está hecho, lo que ya está dado, sino como lo que se hace, lo que deviene, lo que llega a ser.
Al afirmar que la realidad es dialéctica, se identifica la realidad con lo cambiante y lo invariante sólo es concebible como una abstracción que separa lo que es esencialmente móvil del movimiento en el que está inmerso. Sin embargo, para Hegel y Marx la ciencia no se reduce al conocimiento de las abstracciones del entendimiento, sino que ella es el conocimiento de lo que deviene. El error de las filosofías y de las ciencias anteriores ha sido -para Hegel-, suponer que más allá del movimiento había “algo” que permanecía inmóvil. Esto es lo que Platón llamaba idea, lo que los teólogos y filósofos medievales llamaron esencia, lo que los racionalistas llamaron substancia y lo que los científicos y filósofos modernos llamaron conceptos, invariantes, constantes. La respuesta de Hegel y Marx es que no hay que buscar lo permanente más allá del cambio sino en el cambio. Lo permanente en el cambio es su orden, su lógica, su estructura. Lo permanente en el cambio es la dialéctica. Con Hegel y Marx, la razón se historiza, se fluidifica, deviene, se dialectiza, no es “abstracta” sino concreta.

PARA PENSAR

1. Explique el concepto de “círculo hermenéutico” mediante ejemplos.
2. Diferencie “círculo hermenéutico” de círculo vicioso.
3. Diferencie los conceptos de “substancia” y “acción”.
 4. Explique cómo se pueden conocer los procesos.

 5. ¿Qué significa que la realidad es dialéctica?

LA CIENCIA EN LA MODERNIDAD, T.P.3


 La ciencia moderna: el problema del conocimiento de los hechos de la experiencia

La época moderna se caracterizó por un movimiento de ruptura. Básicamente, se rompió con la concepción del kosmos, basada en la filosofía de Aristóteles y en la astronomía de Ptolomeo: tanto los antiguos como los medievales concibieron al kosmos como una gran esfera cerrada, que giraba alrededor de la tierra (la que permanecía inmóvil en el centro de la esfera). Esta concepción era confirmada por los datos sensibles: se ve salir el sol por el este, elevarse hasta el centro del cielo y descender para ponerse por el oeste, mientras que la tierra se mantiene firme bajo los pies del observador. La más inmediata percepción sensible ratifica los postulados de Ptolomeo.
Aristóteles veía el cambio y la corrupción en la tierra, pero no los veía en los astros. Dividió así el kosmos en dos regiones: 1) lo que llamó región «sublunar» o terrestre, donde rige el cambio y la corrupción, por la que las cosas (o substancias) nacen, crecen y mueren; 2) lo que llamó región «supralunar» o celeste, donde los seres son incorruptibles. Los astros son perfectos, esféricos, no cambian, sino que se mueven circularmente. No nacen, crecen y mueren, sino que permanecen.
Esta es una concepción geocéntrica, pues la tierra es el centro inmóvil del kosmos. Todos los cuerpos celestes giran circularmente alrededor de ella, moviéndose en esferas transparentes y concéntricas. En una esfera se mueve la luna, en otra los planetas, en otra el sol, o las estrellas fijas que demarcan el límite del sistema cerrado. El kosmos es finito, tiene límites. Lo infinito es sinónimo de in-definido, y por lo tanto imperfecto. Ptolomeo75 retomó la teoría aristotélica (con agregados posteriores) y le sumó nociones matemáticas. La concepción aristotélica de la naturaleza fue aceptada durante toda la antigüedad tardía y la edad media, y sus principios fueron confirmados por mediciones matemáticas y validados por el uso en la navegación.
La antigua concepción se cuestionó recién en el año 1543, cuando Copérnico planteó la hipótesis heliocéntrica. Dicha hipótesis se suscitó como respuesta a un problema: algunas órbitas celestes no seguían el curso circular, que supuestamente tendrían que seguir, de acuerdo a la teoría de Ptolomeo. Por eso, Copérnico supuso que la tierra (como los otros cuerpos) estaba realizando el mismo doble movimiento de los otros planetas. El sol se convirtió así en el centro de un sistema en el que la tierra era un planeta más.
Pero, si bien cambió el eje del sistema, subsistió la antigua jerarquización: por ser el sol el centro del sistema, se supuso que debía estar en reposo, ya que dicho estado seguía considerándose más perfecto que el movimiento. Es importante hacer notar que Copérnico no tuvo modo de comprobar su hipótesis, porque no había un instrumento adecuado para observar si los hechos confirmaban los supuestos. Fue Galileo Galilei quien, valiéndose del perfeccionamiento del telescopio, comprobó sus afirmaciones.
A partir del cuestionamiento del sistema aristotélico-ptolemaico, la tierra perdió su lugar de privilegio en el centro del sistema y con ella el hombre mismo fue degradado a ser un habitante de un planeta periférico. Sin embargo, paradójicamente, el hombre fue concebido como el único ser que podía comprender este universo, podía conocerlo, transformarlo y adueñarse de él, explotando la naturaleza en su propio beneficio. La razón se concibió como el poder con que cuenta para dicho dominio y la máquina, como el instrumento de transformación. A medida que esta conciencia se arraigó, el mundo se desacralizó, perdió su carácter sagrado, divino. El fundamento de la creación, que los medievales encontraban en la bondad de Dios, y el conocimiento de la naturaleza, que se hacía posible por la revelación de su Creador, se transformaron progresivamente. La ciencia moderna parte de un distanciamiento del hombre respecto del mundo y de la realidad, los que se convierten en objetos. El hombre como sujeto de conocimiento tomó distancia de la naturaleza a la que se enfrentaba, convirtiéndola así en objeto. El fundamento de esta objetividad estaba en el sujeto y el instrumento78 adecuado para conocerla era la razón. A partir de este momento, el mundo no tuvo ya unidad, porque esta concepción supone una separación (abstracción) cada vez mayor. Cuanto más avanzó la modernidad, más se separaron el sujeto y los objetos, alejándose cada vez más de las concepciones anteriores donde ambos estaban integrados en un todo. Conforme avanza la modernidad más se fragmentaron el mundo, la naturaleza y la realidad.
Con la modernidad cambió la relación del hombre con la naturaleza y, por lo mismo, el proceso de conocimiento. Para el hombre del medioevo, conocer era desarrollar la verdad revelada para manifestar la gloria de Dios. La naturaleza y el universo eran concebidos como“seres creados”, y como tales, remitían a Dios como su “creador”, como su fundamento. Por eso, la scientia medieval (como saber acerca del fundamento de todo lo real) era Teología (conocimiento de Dios).
Para el hombre moderno, la naturaleza es lo que está frente al hombre, es “objectum”, lo que se opone, lo que debe ser dominado para que sirva a los fines del hombre. Conocimiento y dominio se entrelazan. Como sostenía Bacon: “saber es poder” y conocer es dominar. La naturaleza es lo que opone resistencia al dominio del conocimiento, por eso –como decía Galileo- “hay que torturarla” para que responda a las preguntas de la ciencia.
Galileo Galilei (1564-1642) concluyó la obra del Renacimiento, sosteniendo la independencia de la ciencia de la naturaleza tanto de la autoridad de Aristóteles («el» filósofo, como lo llamaban los escolásticos) como de la Biblia y de la autoridad de la Iglesia. Se abrió así el camino para la distinción de planos o ámbitos específicos: la verdad revelada a la fe y la verdad de la ciencia de la naturaleza (en tanto que esta última es obra de Dios) no pueden contradecirse, ya que proceden de la misma revelación divina, pero se mueven en campos diferentes. Se estableció entonces, paralelamente a la separación entre el sujeto y el objeto, una progresiva separación del mundo de la naturaleza y del mundo del espíritu.
La ruptura de la unidad conllevó una ruptura del orden jerárquico medieval. Se perdió la confianza en un fin único (la salvación) para el conjunto de lo creado. En consecuencia, aparecieron fines particulares que fueron delimitando esferas que adquirieron una racionalidad particular desvinculada de las demás. Así, la política (independizándose de la religión y la teología) postuló su propio fin: la obtención y conservación del poder, desarrollando una racionalidad (un método) propia. No interesaba ya para qué se obtiene el poder, puesto que eso supondría postular fines extrapolíticos a los que el poder estaría subordinado. Lo único que interesaba era el poder mismo. El ejemplo paradigmático en el aspecto teórico se encuentra en la obra de Nicolás Maquiavelo, quien se ocupó de construir una ciencia política independiente de la religión y de la moral cristianas. También la economía se independizó de todo otro fin que no sea el propio: el lucro, la ganancia; desarrollando una racionalidad autónoma. Por último, la ciencia adquirió su propia autonomía, aunque en este caso la cuestión resulta más compleja porque, al independizarse las regiones del ser, se postularon durante mucho tiempo fines y métodos contradictorios. Sin embargo, hoy ya se puede afirmar que lo que comúnmente se llama «ciencia» tiene una finalidad propia: el dominio técnico de la naturaleza, y su racionalidad es el llamado “método científico”. Un efecto colateral de la constitución de esta “esfera científica” fue la fragmentación interna de la ciencia, es decir, la especialización, que reprodujo a escala cada vez menor el mismo fenómeno: la postulación de una finalidad propia y una racionalidad o método propios independientes de todos los demás.
¿Qué caracteriza a la ciencia moderna de la naturaleza? En primer lugar, la eliminación de las cualidades de las cosas, análoga a la disolución del tiempo y del espacio cualitativos del mundo medieval. Galileo distinguió en todas las cosas naturales cualidades objetivas o primarias y cualidades subjetivas o secundarias. Las primeras son geométricas, medibles, universales, para todos iguales -tales como figura, magnitud, movimiento, número-; mientras que las segundas son relativas a los sentidos y su apreciación varía de un individuo a otro -tales como el gusto, el olor, el color, etc.-. La ciencia física se limitó a las cualidades primarias, mientras que las secundarias fueron relegadas al plano «subjetivo» o a las esferas no científicas de la religión o del arte. En segundo lugar, Galileo redujo todo lo complejo a lo simple, ateniéndose a lo constante o regular, de modo que pudieran predecirse y controlarse los hechos. Lo «natural» de lanaturaleza es ese orden. Por eso, Galileo escribía: “La filosofía está escrita en este grandísimo libro que continuamente está abierto ante los ojos (quiero decir el universo), pero no se puede entender sin conocer la lengua y los caracteres en los cuales está escrito. Él está escrito en lengua matemática y los caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin los cuales medios es imposible entender humanamente palabra. Sin éstos es un girar vano por un oscuro laberinto”81. En tercer lugar, la ciencia moderna postuló el aislamiento de una región de lo que es, la limitación del campo, la especialización del interés y la subdivisión del trabajo82. En cuarto lugar, la ciencia moderna tiende a resolverse en el ámbito de la técnica, entendida como una forma del hacer y del producir recursos para satisfacer las necesidades por medio de instrumentos83. El mundo se convierte así en dominable más que comprensible y sólo es comprensible lo que se puede producir y reproducir. Así, por ejemplo, Maquiavelo, el primer pensador político moderno, concibe la política como una técnica encaminada a mantener y acrecentar el poder; y Adam Smith, crea la economía política como un instrumento para promover “la riqueza de las naciones”.

PARA PENSAR.
1. Explique cómo se pasó de una concepción geocéntrica a una heliocéntrica.
2. ¿Qué significa “sujeto”?
3. ¿Qué significa “objeto”?
4. Explique qué significa que la razón se convirtió en “instrumento” del conocimiento.
5. ¿Qué relación hay entre saber y poder? 6. ¿Aqué se llama “dominio técnico”?
7. ¿Cuáles son los cuatro rasgos característicos de la ciencia moderna? Explique y ejemplifique.


LAS CIENCIAS, ARTE, RAZÓN. TP 2



1. Las ciencias y las artes: el problema de lo universal
Las ciencias no sólo se diferencian de las opiniones y de las creencias que orientan las acciones en la vida cotidiana, sino también de las artes y de los oficios. Aristóteles dice que las artes (que incluyen no solamente las bellas artes, sino también las artesanías, las técnicas y losoficios) son saberes derivados de la experiencia, o sea, de las sensaciones fijadas por la memoria y comparadas por el entendimiento. Los conocimientos derivados de la experiencia son particulares y contingentes, a diferencia de la ciencia que es un conocimiento universal y necesario.  En la época moderna se han diferenciado las llamadas ciencias empíricas de las ciencias formales y se piensa que solamente las últimas pueden aspirar a la universalidad y necesidad de sus proposiciones. Sin embargo, las ciencias empíricas buscan establecer leyes generales y determinar fenómenos invariables o constantes. Con estas aclaraciones y salvedades, el criterio aristotélico sigue teniendo vigencia: las ciencias son conocimientos universales o generales a diferencia de las artes que desarrollan saberes particulares y contingentes.

2. La ciencia y la razón: el problema del orden
Los antiguos griegos pensaban que el kosmos está ordenado, que tiene una estructura, una regularidad, una permanencia y una armonía. Pensaban que debajo del aparente caos, del cambio y de la transformación, hay un fundamento o una base en los que todas las cosas se sostienen. La sucesión del día y la noche, los ciclos de la luna o la regularidad de las estaciones del año, muestran que en todo lo que es hay orden y belleza: el orden del “ser”.
Con la expansión del cristianismo, la concepción del mundo cambió, pero se continuó pensando que la realidad contenía un orden. En el mundo cristiano medieval, el fundamento estaba puesto en Dios, considerado como creador de todos los seres y salvador de todos los hombres. En esa época se pensaba que Dios había creado el mundo de acuerdo con un orden o una estructura, llamada “razón”. Se creía también que Dios había creado al hombre y le había dado la capacidad de comprender el orden de la realidad y a esa capacidad también se la llamó “razón”. Hay, entonces, dos significados de “razón”: uno es fundamental, el otro es derivado o subordinado. Al primero se lo podría llamar “objetivo”, porque es el orden mismo de las cosas. Al segundo se lo podría llamar “subjetivo”, porque es la capacidad que tiene el sujeto humano para comprender el orden que hay en las cosas. La razón subjetiva (la razón como capacidad del hombre) es posible porque hay una razón objetiva, porque la realidad tiene un orden en sí misma. La razón subjetiva supone y depende de la razón objetiva.
Cuando el mundo cristiano (y los fundamentos en los que se sostenía) entró en crisis, como consecuencia de la apertura de Europa a otras culturas, como resultado de los nuevos inventos y descubrimientos y como efecto del movimiento de la Reforma religiosa y de las guerras de religión, se dio comienzo a una época “nueva”: la época moderna. La recuperación de las obras de los filósofos griegos y romanos despertó el interés por las obras del arte y del pensamiento antiguos y por el conocimiento científico y el dominio técnico de la naturaleza. Los nuevos inventos y descubrimientos hicieron que el mundo se viera de otro modo: ya no como un universo cerrado alrededor de un centro inmóvil sino como un universo infinito en el que siempre se puede ir “más allá”69. La Reforma, con su principio de libre interpretación de la Biblia, debilitó la autoridad de la Iglesia y posibilitó una mayor autonomía del pensamiento individual. Las guerras de religión entre católicos y protestantes produjeron un cuestionamiento de los valores cristianos comunes a ambos. Los antiguos fundamentos comenzaron a desmoronarse y no se visualizaba una base nueva que diera un sentido al conjunto de la realidad70. La época moderna mantuvo el supuesto antiguo y cristiano de que la realidad está ordenada, que contiene una estructura, que es en sí misma racional y que el hombre, en tanto que sujeto de razón, tiene la capacidad de conocer y comprender el orden racional de la realidad. Los filósofos del siglo XVII piensan, con Spinoza, que “el orden y la conexión del pensamiento es el mismo orden y conexión de las cosas” y que, por lo tanto, si se parte de una verdad evidente y, sin error, se deducen racionalmente todas las consecuencias de esa verdad, el sistema de pensamiento resultante tiene que coincidir con el sistema del ser, con la realidad tal como está ordenada en sí misma.
La ciencia moderna comenzó siguiendo el modelo de la Geometría, una ciencia bien fundamentada, con verdades evidentes, seguras y con un método riguroso (el método deductivo) mediante el cual cada verdad se deriva de las anteriores de manera necesaria. Algunos de los más importantes filósofos y científicos del siglo XVII decían que la ciencia debía proceder “a la manera de la Geometría” y que todas las ciencias debían desarrollarse siguiendo el mismo modelo geométrico de pensamiento.
Por “razón” también se entiende, en un significado más estrecho que los definidos antes (razón objetiva y razón subjetiva), la capacidad de ordenamiento demostrativo o deductivo. El término “razón”, con este significado de demostración o deducción, es más estrecho que el significado de razón como la capacidad de comprensión del orden de la realidad que el hombre tiene, porque este último significado incluye la comprensión de todo tipo de orden, en cambio el primer significado sólo incluye el orden deductivo.
Un razonamiento demostrativo es aquel en el que de unas verdades conocidas se siguen, se infieren, se derivan otras verdades necesariamente71. Todo proceso deductivo supone, entonces, la verdad del punto de partida. Ésta, no puede ser conocida por deducción, ya que implicaría una derivación al infinito. Si A se deriva de B, y B se deriva de C, y C se deriva de D, y así sucesiva e indefinidamente, todo el sistema carecería de un fundamento o principio. Si la deducción permite obtener verdades nuevas de verdades ya conocidas, es necesario que haya verdades que sirvan como punto de partida, y estas verdades no pueden ser derivadas de otras por deducción, porque en ese caso, no serían un punto de partida. En consecuencia, todo sistema deductivo supone ciertas verdades no deductivas que sirven de principio de todo el sistema. Esas verdades se llaman verdades evidentes. Las verdades evidentes son “absolutas”, es decir, no dependen de otras verdades.

PARA PENSAR
1. ¿Por qué no es posible la verdad de una realidad cambiante? Diferencie entre realidad y apariencia.
2. Diferencie la ciencia del arte y de los oficios.
3. ¿A qué se llama “razón objetiva”?
 4. ¿A qué se llama “razón subjetiva”?
5. ¿Qué es un razonamiento demostrativo?

6. ¿Qué es una verdad evidente?

UNIDAD I: QUÉ ES LA EPISTEMOLOGÍA.TP1

EPISTEMOLOGÍA O FILOSOFÍA DE LA CIENCIA 

1. Qué es la Epistemología 
La filosofía se ha ocupado, desde su invención en la Antigua Grecia, de la totalidad de lo que es y de su fundamento. Con ese fin fue desarrollando diversas disciplinas que centralizaron su atención en algunos ámbitos delimitados de la realidad para responder mejor a los problemas que allí se presentaban. Así, por ejemplo, se crearon (entre otras) la física, la lógica, la ética, la política y la gnoseología. La física se ocupa de los problemas del ámbito de la naturaleza (fysis); la lógica, de las cuestiones vinculadas con el orden de la razón (lógos); la ética, de lo relativo a las acciones humanas correctas o incorrectas, buenas o malas (cosa que se define a partir de las pautas implícitas en las costumbres (ethos) de una comunidad); la política, de la mejor forma de vida en común (polis); la gnoseología, de los tipos de conocimiento (gnosis) y del conocimiento verdadero (episteme). En la antigüedad, entonces, filosofía se identificaba con la episteme (ciencia). 
En el siglo XVII, a comienzos de la época moderna, surge una forma nueva de conocimiento que se diferencia progresivamente tanto de la teología medieval como de la filosofía antigua. Esta “ciencia nueva” o ciencia moderna, que se define por su objeto (lo que se quiere conocer) y por su método (el modo de conocer los objetos), mantuvo relaciones diversas con la filosofía durante los siglos siguientes, a veces de complementariedad, a veces de competencia, a veces de tensión. A finales del siglo XIX surgió, dentro de la filosofía, una corriente que se propuso desarrollar una filosofía de la ciencia, es decir, una fundamentación filosófica del pensamiento científico. Se llamó “epistemología” a la disciplina de la filosofía que se propone comprender y explicar la forma del conocimiento de la ciencia moderna. En ese sentido, la epistemología abarca los problemas de la teoría del conocimiento, que tradicionalmente formaban parte de la gnoseología, respondiendo a preguntas tales como: ¿cuáles son las condiciones que hacen posible el conocimiento de las ciencias?, ¿qué se puede conocer a partir de esas condiciones?, ¿cómo se sabe que lo que se cree acerca del mundo es verdadero?, ¿cuál es el fundamento de la ciencia?, ¿cuáles son las reglas y los pasos del método que conduce a la verdad? 
Desde entonces, la “epistemología” se define como un discurso teórico cuyo objeto es la ciencia, entendida como un tipo de conocimiento que ha llegado a ser modelo y ejemplo de todo saber. A partir de su objeto, la epistemología configura su forma, sus alcances y limitaciones. Reflexiona e interpreta la estructura formal de las ciencias, los aparatos metodológicos de obtención del saber, cómo forman sus teorías y los problemas que plantean para la concepción del sujeto del conocimiento. En síntesis, la epistemología se ocupa, por un lado, de las condiciones que hacen válido el conocimiento científico; y por otro, de los medios que permiten el desarrollo y acrecentamiento del conocimiento propio de las ciencias.

2. La ciencia y las opiniones: el problema del fundamento 
Platón es uno de los primeros filósofos griegos que definió el significado del término filosofía. Para este autor, la filosofía se identifica con la episteme (ciencia) y se diferencia radicalmente de la doxa (opinión). A partir de esta diferencia, Platón distingue al verdadero filósofo de todos aquellos que parecen serlo, pero que no lo son. A estos últimos, a los que tienen afición por cualquier tipo de saberes y que se muestran dispuestos a aprender muchos temas, los llama filodoxos. El verdadero filósofo desea la sabiduría en su totalidad, gusta de contemplar el Bien y la verdad, busca conocer lo que realmente es, lo permanente. 
Platón ejemplifica estas diferencias entre el filósofo y el filodoxo recurriendo al ejemplo de la belleza. Dice: “los aficionados a oír y los amantes de los espectáculos gustan de las voces bellas, de los colores bellos, de las formas y de todas las obras que reúnen tales elementos; pero su inteligencia es incapaz de percibir y amar la naturaleza de lo bello en sí”. ¿Y qué es lo bello en sí? Es aquello que hace ser bellas a la multiplicidad de cosas bellas. Si hay una multiplicidad de cosas, a todas las cuales se les atribuye el ser bellas, esto supone que todas ellas comparten algo en común en virtud de lo cual son bellas. Eso, precisamente, que hace bellas a las cosas bellas, es “lo bello en sí”, a lo que Platón llama Idea de belleza. Lo bello en sí es entonces la idea o esencia de lo bello, o sea, la belleza de la cual participan la multiplicidad de las cosas bellas. Esta esencia de lo bello es algo que no cambia, que es inmutable, que es una y siempre la misma. 
Aquellos hombres que buscan la multiplicidad de las cosas bellas (filodoxos), son incapaces de percibir, aprender y amar lo bello en sí. En cambio, el hombre que sabe que existe lo bello en sí y es capaz de aprenderlo, aun a través de las cosas bellas, sabiendo que esas cosas son bellas sólo en cuanto participan de la esencia de lo bello, ese hombre ama verdaderamente la belleza. De él puede decirse que tiene el verdadero conocimiento de lo que es la belleza; de los otros, que se pierden en la multiplicidad de las cosas bellas, puede decirse que no tienen un verdadero conocimiento, sino sólo una opinión (doxa). 
Platón contrapone el conocimiento verdadero o episteme (ciencia) a la doxa (opinión), y consecuentemente, contrapone al filósofo con el filodoxo. Entiende por filósofo a aquel hombre que tiene un verdadero conocimiento, aquél que conoce, las cosas en sí mismas, las esencias, por ejemplo: la belleza en sí. En cambio, llama filodoxo a aquél que sólo conoce muchas cosas bellas, distintos tipos de cosas bellas, pero no lo bello en sí. 
Hay aquí entonces un doble problema: (a) el del conocimiento, que puede ser episteme o doxa y el objeto de conocimiento que puede ser uno o múltiple; (b) el de la relación entre el tipo de conocimiento y el grado de realidad. 
La episteme o ciencia es un conocimiento de lo único mientras que la opinión lo es de lo múltiple. Hay, en consecuencia, dos grados de conocimiento que se corresponden con dos grados de realidad. Esto no es una coincidencia: para Platón a cada grado de realidad le corresponde un grado de conocimiento. O, lo que es lo mismo, cada facultad de conocimiento tiene por objeto un determinado sector de la realidad. En síntesis: 
(1) El grado superior de conocimiento es la episteme o ciencia, que en términos estrictos es el conocimiento fundado, el saber real, seguro, estable, permanente. Este tipo de conocimiento revela la existencia de lo que es verdaderamente (objeto), de lo que es siempre de la misma manera, de lo que es siempre lo mismo. 
(2) El grado inferior de conocimiento es la doxa u opinión, que es un tipo de saber que no puede dar cuenta de sí, es decir, no posee fundamento, no puede justificar la verdad que dice conocer. Es un conocimiento particular y cambiante. Sin embargo, hay que reparar en que no es mera “ignorancia”; es un tipo de saber y, por lo tanto, corresponde a lo que de alguna manera es. Su objeto son las cosas que son y no son, los entes que se muestran como múltiples y cambiantes, lo que se capta por los sentidos. 
La definición platónica determinó la concepción de la episteme para las épocas posteriores y en lo fundamental esta distinción sigue siendo válida para las concepciones modernas de la ciencia. Toda ciencia se inicia con un movimiento de abstracción (de separación) de las imágenes y representaciones de la vida cotidiana, para definir la realidad que quiere conocer. El conocimiento científico es un conocimiento fundado, del cual se puedenseñalar las causas o las pruebas. Una creencia, una perspectiva, una opinión o un punto de vista no son, por lo tanto, científicos.

3. La ciencia y las opiniones: el problema del cambio 
¿Qué significa verdad? Desde Platón y Aristóteles, la verdad se define como una característica de ciertos discursos o pensamientos: Cuando lo que se dice (o se piensa) se corresponde (o se adecua) con lo que las cosas son, entonces, lo que se dice (o se piensa) es verdad. Por el contrario, cuando lo que se dice (o se piensa) no se corresponde con lo que las cosas son, lo que se dice (o se piensa) es falso. 
Para que la verdad sea posible, tiene que haber correspondencia o adecuación. Pero, para que haya correspondencia o adecuación, las cosas no pueden cambiar o modificarse. Si se afirmase, por ejemplo, “la pared es gris”; lo dicho sería verdad sólo si la pared es gris y mientras sea gris. Si la pared cambiase de color, lo dicho dejaría de ser verdad. Si las cosas cambiasen permanentemente, la verdad no sería posible, porque cualquier afirmación que se hiciese sobre las cosas dejaría de corresponderse con ellas cuando cambiasen. Algo análogo ocurriría si lo que se dice, cambiase. Si primero se afirmase, por ejemplo, “es justo que todos los daños se reparen”, pero después se cambia de opinión y se dice: “los daños hechos a los violentos no necesitan ser reparados”, las dos afirmaciones no pueden ser ambas verdaderas, puesto que son contradictorias y se excluyen entre sí. Este es el motivo por el cual Platón sostiene que las opiniones no son conocimientos verdaderos (episteme), ya que son de naturaleza cambiante. Si cambian, no pueden corresponderse con las cosas de manera permanente. Lo que se dice en la ciencia (episteme), no puede cambiar (si ha de corresponderse con las cosas) sino que tiene que ser siempre lo mismo, tiene que ser permanente. 
Si la verdad es una cierta adecuación o correspondencia entre lo que se dice (o se piensa) y lo que las cosas son, entonces, el cambio no es posible. No es posible cambiar lo que se dice (o piensa) y tampoco es posible que las cosas a las que se refieren los discursos (o el pensamiento) cambien. Para que la verdad sea posible es necesaria la permanencia: tanto la realidad como lo que se dice (o piensa) de la realidad, tienen que ser permanentes. La ciencia es, en consecuencia, un discurso permanente sobre la realidad permanente. 
Estos problemas condujeron a los filósofos antiguos a efectuar una distinción entre las cosas reales y las aparentes, entre lo que realmente es y lo que parece ser. Lo real es aquello que no cambia, lo permanente, de lo cual es posible decir la verdad. Lo aparente es aquello que cambia, que deja de ser lo que era, de lo cual no es posible decir la verdad (al menos, permanentemente). En consecuencia, la ciencia necesita definir o delimitar tanto los significados del discurso como la realidad de las cosas. Un significado definido es un concepto. Una cosa definida es una esencia. 
Aun cuando, a partir de la modernidad, se ha ido abandonando la pretensión de conocer las esencias, no por ello se ha disuelto la condición de permanencia en los objetos conocidos. Como los fenómenos o hechos de la experiencia son cambiantes y como sólo es posible la verdad como correspondencia con lo permanente, la ciencia moderna busca conocer el orden, la regularidad o la ley que gobierna los fenómenos. Ellos son lo permanente detrás de los cambios de los fenómenos. Precisamente, se llama “naturaleza” al orden permanente que estructura los fenómenos cambiantes. En este sentido, la ciencia de la naturaleza es la ciencia fundamental en la época moderna.

PARA PENSAR
1. ¿Cuáles son las disciplinas de la filosofía? 
2. ¿Qué es la epistemología y cuándo surge?
 3. ¿Cuáles son los problemas que aborda la epistemología?
 4. ¿En qué se diferencian doxa y episteme? 
5. Diferencie al filósofo del filodoxo.
 6. ¿Qué es la Idea o esencia? Distinga esencia de apariencia.
 7. ¿Qué significa “abstracción”? ¿Por qué la ciencia requiere de un movimiento de “abstracción”?
 8. ¿A qué se llama “verdad”? 
9. ¿A qué se llama “falsedad”?

PROGRAMA 2017-