Es el autor de algunas famosas
paradojas que son un ejemplo de cómo pensaban los eleáticos.
Fábula de Aquiles y la tortuga:
Aquiles, el más veloz de los
guerreros griegos, que Homero califica como de “los pies ligeros”, compite
contra una tortuga, que es el más lento de los animales. Convencido de que su
epíteto está bien ganado, el héroe griego le da una ventaja a su tortuga. La
pregunta que hacía Zenón, entonces, era la siguiente: ¿alcanzará alguna vez
Aquiles a la tortuga? Obviamente todos sabemos que sí, que empíricamente sí,
que fácticamente sí.
Pero Zenón razonaba
descomponiendo y analizando el movimiento de la siguiente manera: salen los dos
y la tortuga empieza a andar. Cuando Aquiles recorre el nuevo espacio que lo
separa de la tortuga, la tortuga otra vez ha vuelto a andar. Cuando Aquiles
recorre esto, la tortuga se movió un poquito más, y así sucesivamente. Es
decir, Aquiles no lo alcanza nunca.
Lo que quería mostrar era que el
movimiento es incomprensible, ininteligible, no reducible a la razón, que
conduce a paradojas lógicas.
Lo mismo ocurre con el planteo de
los múltiples cuerpos. El se preguntaba: ¿puede haber dos cuerpos separados? Y
decía “no porque para que haya dos cuerpos separados, quiere decir que hay algo
en el medio, quiere decir que tiene que haber, por lo menos, tres, ya sea aire
u otra cosa”. Ahora, para que haya tres, tiene que haber dos más, y así
sucesivamente. Esto nos lleva a un proceso infinito. Y cuando se llega a un
proceso infinito, el pensamiento griego empieza a tener problemas. Tal vez por
eso, el propio Parménides se detiene ante la infinitud del ser, y lo limita a
una esfera.
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