CIENCIA, TECNOLOGÍA y SOCIEDAD.
Las
ideas surgen alguna vez; luego, cuando las incorporamos, parecen naturales. Fue
un sociólogo estadounidense Robert Merton quien propuso la asociación entre
ciencia, tecnología y sociedad.
En
los años 30, Merton era un joven sociólogo formado en la “escuela
funcionalista” que tenía conceptos
novedosos para la época:
·
Existe
una relación entre el conocimiento científico, el desarrollo tecnológico y las
condiciones sociales, culturales, políticas.
·
La
suposición de que la ciencia es autónoma de otros espacios sociales, y si no lo
es, se debe a la intromisión indebida de alguien;
·
A
consideración de que la ciencia es una actividad acumulativa. Se trata de un
edificio colectivo en donde cada uno se apoya en sus predecesores, y aporta un
ladrillo para que los que nos siguen produzcan más y mejores conocimientos.
La
primera idea es la más original para la época ya que entonces, la ciencia
pertenecía a un conjunto de prácticas y a un espacio muy diferente de las
técnicas de aplicación industrial. Se podría decir que una se correspondía con
la búsqueda de la verdad, y la otra con la generación de aplicaciones
concretas.
Las
otras dos ideas de Merton están estrechamente relacionadas, y forman parte del
“aire de la: los científicos son o deben ser autónomos de cualquier otro poder
y son libre de elegir sus temas y métodos. Así pueden acumular uno sobre otros
los conocimientos verdaderos.
Sin
embargo, lo que está en el aire de la época, es precisamente, el peligro que
acecha, no solo para los científicos, sino para toda la sociedad: la presión,
la intervención, el control, e incluso la violencia e individuos ajenos al
mundo científico, que rompen con la idea de autonomía necesaria. Merton comenzó
sus trabajos a comienzo de los años cuarenta, cuando la Alemania nazi había
decretado la existencia de una ciencia “legitima” que representaba las
verdaderas raíces del país, y que
identificada con la física, ligada a las cosas y no a las teorías.
Frente a ella había una ciencia “impura”, ilegitima, ligada a la física teórica
y a la relatividad, cuyas cabezas visibles eran Einstein o Borh.
El
otro caso resonante que Merton tiene presente s el llamado “caso Lysebko”.
Trofim Lysenko comenzó en 1936 sus ataques a la “ciencia burguesa”, encarada en
particular por las teorías de Mendel sobre la herencia y las es que la
gobiernan. Lysenko propuso, en cambio, una teoría según la cual, al modificar
los nutrientes de las plantas, sus condiciones de sembrado y desarrollo, se
podían cambiar sus características hereditarias. Y para ello, hizo una serie de
experimentos que podrían haber pasado a la historia como una mera curiosidad si
no hubiera sido elevado, por el camarada Stalin a la estatura de “ciencia
proletaria” y si Lysenko no hubiera sido nombrado presidente de la Academia
Lenin de Ciencias agrícolas. De mas esta decir que quien en osaban defender la
genética mendeliana podían pasar unas largas noches en Siberia.
Merton
fundó el primer programa sociológico de investigaciones sistemáticas sobre la
ciencia.
EL CONTEXTO CAMBIA…
La
perspectiva propuesta por Merton funciono muy bien hasta que una nueva
generación de sociólogos la puso en cuestión. Esto fue en la segunda mitad de
los años setenta por los siguientes hechos:
·
La
toma de conciencia de que la ciencia no solo acarrea efectos positivos. Esto se
puso de manifiesto con la bomba atómica, luego de lo cual surgieron movimientos
críticos que pusieron en cuestión el papel de la ciencia en su relación con el
desarrollo de la sociedad capitalista industrial y sus efectos indeseables:
hiperconsumo, degradación del medio ambiente, deshumanización, etc.
·
Ruptura
de la “ecuación optimista”: se comienza a percibir que la realidad desmiente la
creencia de que la ciencia y la tecnología modernas acarrean problemas, pero
también generan soluciones. La utopía positivista de un progreso eterno se ve
cuestionada por enormes zonas grises que ya no es posible solucionar
simplemente con más conocimiento científico, sino que requiere, la
participación de los ciudadanos en la toma de decisiones.
·
La
crisis del petróleo de 1973. En ese año se produjo una alarma repentina: las
reservas de petróleo no serian suficientes para llegar al año 2000. El razonamiento fue, ¿qué hizo la ciencia para
aliviarnos de esta pesadilla? Y se respondieron: nos propuso la energía nuclear
que es la misma que hizo la bomba atómica.
LA CIENCIA ES UN PRODUCTO SOCIAL.
Algunos
sociólogos comenzaron a discutir la mirada ingenua de Merton. El problema
fundamental era que Merton y sus discípulos habían orientado su lupa hacia los
“científicos” vistos “desde afuera”: cómo se organizaban y vinculaban entre
ellos, qué recursos utilizaban, qué y cómo publicaban y evaluaban sus
publicaciones, etc. Pero eso no tenía nada que ver con lo que los científicos
hacían todos los días en sus lugares de trabajo. Como no había ningún aspecto
social en sus tareas, los sociólogos no tenían nada que observar.
Los
sociólogos, entonces, se “metieron” en los laboratorios y comenzaron a hablar
de lo que ocurría en sus interior como si fueran “cajas negras” de las que solo
se sabía lo que entraba y lo que salía, pero no lo que había adentro. Y
acusaban a la escuela mertoniana de haber separado los aspectos “externos”
(instituciones, comunidades científicas, culturas) de los aspectos “internos”
(procesos de experimentación, técnicas, métodos, teorpias).
La
reacción que emprendieron fue violenta. David Bloor propuso un programa que
demostrara que todo conocimiento científico era social. Se sumaron otros
sociólogos entre ellos Thomas Kuhn, que, con su hoy clásico “La estructura de
las revoluciones científicas”, mostro que todo colectivo científico tiene una
doble existencia: social (sus formas de identificación grupal, de organización,
etc) y cognitiva (el contenido de kis conocimientos que producen con sus
métodos y teorías bajo el imperio de lo que Kuhn llamó paradigma). Y, lo más
importante, que ambas son indisociables.
Con
este argumento afirmaron que toda la ciencia que conocemos es una ciencia hecha
y que, como tal, se nos presenta naturalmente como verdadera. Pero que en
realidad, la ciencia, como práctica social de un conjunto de individuos que
pertenecen a una cultura y por tanto a un lenguaje, que tienen intereses, que
negocian, que buscan aliados y adversarios, es una fabricación social. En
consecuencia, hay que dejar de lafo esa ciencia hecha y observar, investigar y
analizar, interpretar la “ciencia mientras se hace”, porque es allí dónde se
puede encontrar las raíces de lo que luego será presentado como verdad al resto
de la sociedad.
¿CIENCIA Y SOCIEDAD?
El
interrogante a plantear es ¿para qué sirve la ciencia? Responderemos “para
acrecentar nuestros conocimientos sobre el mundo físico, natural y social”,
queda claro que prevalece el interés público, y que los científicos deben ser
autónomos de cualquier interferencia, ya sea pública o privada. Sin embargo, en
la actualidad casi nadie afirma que la ciencia debe servir solamente para
acrecentar nuestros conocimientos. La gran mayoría de las personas implicadas,
los propios científicos, los gobiernos, los empresarios, etc., comparten la
idea de que el conocimiento científico debería servir para algo más que para
ampliar nuestra cultura sobre el mundo.
¿PODEMOS RESOLVER PROBLEMAS SOCIALES CON LA CIENCIA?
Cuando
surgen problemas sociales, los diferentes actores, y en particular el Estado,
tienen siempre diferentes alternativas de acción para abordarlos y una de ellas
es promover la producción y el uso de los conocimientos científicos